ADOLESCENTE_LIMITES

El adolescente y los límites

La adolescencia es una parte de la vida que no deja indiferente a la persona que la transita, ni tampoco a la familia. Echando una mirada atrás, quizás los adultos puedan recordar estos momentos de su propia vida, de la mano de cierta confusión, riesgo y miedos. La adolescencia es una época que cumple una función importante en la vida de la persona, es un momento de separación de la familia, de aquellos por los que fue cuidado en la infancia, en la búsqueda de una identidad propia. Es una etapa de exploración, descubrimientos, de búsqueda de nuevos ideales que hagan de referentes, una época atravesada por nuevos deseos, por un cuerpo que cambia, es un intento por apropiarse de una nueva imagen, de responder a nuevas exigencias sociales.

Lo primero que hay que resaltar es que este proceso de separación y de búsqueda de una identidad propia, es un proceso doloroso. Entre otras tareas, el adolescente habrá de hacer un duelo por la pérdida de lo que él significaba para los padres en su infancia. También, son momentos llenos de confusión, pues el adolescente que ha de forjarse esta identidad propia, en su camino para convertirse en adulto, no sabe quién es, ni tiene garantizado el resultado; ha perdido las referencias que antes le servían de brújula para guiarse en la vida y ha de encontrar vías propias. Es un proceso de exploración, es una apuesta que implica ciertos riesgos. El adolescente también se prueba en una exploración con los límites.

Como venimos diciendo, en la infancia se descubre el mundo a través de los referentes paternos, y será en la adolescencia que se tratará de aprender a vivir bajo referentes asumidos como propios. De la misma manera, el niño a través de los límites paternos aprende a manejarse en el mundo descubriendo los límites de estos y los propios, a regular sus estados emocionales, a lidiar con los conflictos… ahora el adolescente habrá de encontrar una manera propia de ponerse límites, e irá poniendo a prueba lo previamente establecido.

En esta búsqueda de sí mismo, los adolescentes pueden exponerse a situaciones de riesgo, en tanto exploración del mundo. La necesidad de probarse a sí mismos va acompañada de la necesidad de reconocimiento, en un momento de la vida en el que se sienten desencajados. La violencia y los actos antisociales indican muchas veces una forma de expresar el malestar por el que atraviesan. 

Desde luego, es motivo de preocupación si el adolescente llega a manifestarse de este modo, da cuenta de que algo no está funcionando bien. Cuando algo de este proceso se ve muy dificultado, la vía de la transgresión puede tomar lugar y encontramos adolescentes que cometen pequeñas actividades delictivas, se oponen radicalmente a cualquier norma o pauta familiar que antes era costumbre, realizan o se exponen a situaciones peligrosas o de riesgo para sí mismos.

Lo que ocurre detrás de manifestaciones violentas o de riesgo de muchos adolescentes es una dificultad para enfrentar las vicisitudes que requiere este tiempo de transición que es la adolescencia, es importante ubicar qué cuestiones le están interpelando, con qué dificultades psíquicas se está encontrando, para poder acompañarlo a encontrar maneras más saludables de estar en el mundo y relacionarse con los otros.

La época que nos toca donde prima la satisfacción como estilo de vida, donde se insta a gozar y a consumir todo tipo de experiencias (“hay que probarlo todo, disfrutar al máximo”…) seguramente complique toda esta escena. Junto con este imperativo social, el hecho de que los límites generacionales sean difusos, y que la juventud esté sobrevalorada en relación con la adultez y la senectud, complica la tarea de ser adulto; ser adulto se vuelve una idea algo ambigua y poco seductora. Por otro lado, el futuro no ofrece un panorama muy esperanzador, y en el imaginario de muchos adolescentes cala la idea de un destino oscuro con el que poco se puede hacer.

Todo esto contribuye a que muchos adolescentes no encuentren el deseo ni referentes a los que aspirar para asumir su ser de adultos, alargándose el tiempo de la adolescencia.

¿Qué lugar tienen los padres durante la adolescencia de sus hijos y cómo pueden acompañarlos? 

Para los padres también vienen tareas, principalmente hacer el duelo por el niño y por el lugar que tuvieron para ese niño en la infancia (lo cual no es nada sencillo), y encontrar un nuevo modo de relación. Es retador porque es un tiempo en que habrá que darles ese espacio de autonomía (con todos los miedos que pueda conllevar) y a la vez poder estar disponibles para ellos.

La cuestión de los límites se pone aquí muy en juego, el adolescente va a probar y probarse, y también retará a los padres poniendo a prueba muchas cuestiones. Es importante para los padres tener en cuenta que el repudio de los adolescentes a los valores e ideales paternos que compartía en la infancia, o a las normas que estaban establecidas, no son sin el miedo a la decepción y el rechazo; que probar su independencia es a precio de perder la seguridad que sentían cuando dependían de los padres, y que esto genera mucha confusión. Poner límites en esta época tiene que venir acompañado de esta escucha para poder acompañarles en aquello que les ocurre, en esta etapa en la que se sienten perdidos en la que tienen que hacer el tránsito de la vida infantil a la vida adulta, con todos los duelos que implica y las dificultades para asumir nuevas responsabilidades.

Con seguridad va ayudar poder estar disponibles dando espacio a la conversación, informando, e interesándose por sus nuevos ideales e intereses como las nuevas maneras que encuentra para buscarse un lugar propio en el mundo.

¿Cómo distinguir cuando el adolescente está desbordado y es importante buscar ayuda?

Todos estos cambios son esperables, pero puede ser difícil para los padres distinguir estas fronteras, o darse cuenta del sufrimiento, sobre todo cuando la relación o la comunicación se ha vuelto difícil, dada esta separación que se produce. Consultar con un profesional puede ayudar a los padres a orientarse en esta encrucijada, para acompañar a su hijo en estos momentos.

Cuando el malestar del adolescente es excesivo puede desembocar en una verdadera crisis de la que les resulte muy difícil salir ellos mismos. Si el adolescente llega a expresar conductas violentas, a manifestar conductas de riesgo o dañinas que se repiten o persisten, o cuando la comunicación se ha cerrado totalmente, es indicador de que hay un malestar que necesita ser escuchado. La ayuda de un profesional será indicada en estos casos.

 

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