apatía

LA APATÍA: un motivo de consulta muy frecuente en la actualidad

 

En los consultorios es cada vez más notoria la llegada de personas que se muestran tomadas por un constante empuje al hacer. No pueden parar de hacer, necesitan sentirse productivas de alguna manera. Están impulsadas por una demanda que en muchos de los casos no logran percibir, y que al mismo tiempo no se atreven a poner freno. Muchas veces detenerse implica lidiar con sentimientos de culpa y una dolorosa sensación de fracaso.

Desde su llegada a sesión, podemos dar cuenta de las dificultades que se les presenta ante el ejercicio de la pregunta, del decir, del implicarse en sus motivos de consulta. La velocidad que impone el mundo que nos rodea y la ilusión de satisfacción inmediata ante ciertas demandas, pareciera haber invadido y alterado las expectativas que se pueden tener ante un espacio terapéutico, es decir, se busca un alivio del padecimiento, pero sin la puesta en trabajo ni los tiempos necesarios de cualquier proceso terapéutico.

A este estado podemos nombrarle “apatía”, entendida como una indiferencia de ánimo, en ella las personas muestran falta de motivación e interés por distintos aspectos de su vida, lo cual puede generar la disminución de la actividad física, laboral e incluso dentro del ámbito social. También podemos encontrar una predisposición negativa y cansancio ante la interacción con otros o por la realización de actividades nuevas. La apatía se caracteriza por la falta o ausencia de emociones claras, y la no comprensión de los propios sentimientos y padecimientos.  

Síntomas de una sociedad de rendimiento

La presencia cada vez más frecuente de este tipo consultas, invita a pensar en el clima de nuestra época. La lectura del texto “La sociedad del cansancio” del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, aporta coordenadas para ubicarnos dentro de nuestra actualidad. 

Tal como relata en su texto, pasamos de una sociedad en la que se vigilaba y castigaba el incumplimiento o violación de la norma, a una sociedad en la que ya no existe un otro que amenace, pues tal amenaza y control ha sido incorporado de alguna manera dentro de nosotros mismos.  

Nos encontramos en una sociedad de rendimiento, caracterizada por una posición de extrema positividad frente a las cosas, en ella nos vemos sometidos por la culpa que genera el “no poder” en una sociedad que empuja sin respiro al “sí puedo”. Esto nos impone la necesidad de sostener sin descanso y permanentemente motivaciones, proyectos e iniciativas que dirijan nuestras acciones, dando lugar a un terreno propicio a los malestares típicos de nuestra época: depresión, estrés, ansiedad y sensación de fracaso. 

En esta sociedad en la que domina el Sí, donde aparentemente no existieran los límites, cobra protagonismo la autodisciplina, en la que somos nuestros propios jefes, nuestros propios amos, responsables y esclavos de nosotros mismos.  

De igual forma los excesos de la positividad se manifiestan en una insólita cantidad de estímulos e información, dejándonos con una percepción fragmentada y dispersa, sin tiempo para evaluar o resignificar aquello que nos ocurre. No hay espacio para el aburrimiento o el vacío, se huye de ellos, se escapa también de lo contemplativo. 

Los avances culturales que hoy en día conocemos han sido consecuencia de una atención profunda y contemplativa, se requiere de un entorno que lo permita. Sin embargo, ha sido reemplazada por una forma de atención completamente distinta, una hiperatención que se caracteriza por su dispersión y un acelerado cambio de foco entre diferentes tareas, procesos e intereses. 

¿Puede ayudar la psicoterapia?

Ante tantos estímulos, demandas y dispersión, es necesario hacer espacio para un entretiempo, agregar cierta demora. 

En los consultorios y en las distintas modalidades en que se realiza la atención psicoterapéutica habita una necesaria apertura para estas personas, para quienes sus síntomas y demandas no están claramente definidos o formulados. De esta forma, el espacio de la sesión comprende un lugar de construcción, una pausa necesaria, que logra orientar en la elaboración de estos padecimientos para que puedan ser nombrados e interrogados.  

La psicoterapia ofrece un tiempo y un espacio que permite desarrollar un modo distinto de elaborar y relacionarnos con el mundo que nos rodea, en principio, puede ofrecernos una mirada distinta sobre nosotros mismos. Un mirar calmado que nos permita un acercamiento más profundo y contemplativo. 

Esta calma no representa un lugar pasivo, todo lo contrario, es un ejercicio activo que apunta a lograr en sí mismo un punto de soberanía, es una invitación a retomar cierto control sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.     

 

Bibliografía consultada:

Byung-Chul, Han. (2012). La sociedad del cansancio. Editorial Herder

 

Conoce nuestro servicio de psicoterapia para adultos 

Entrada anterior
Cómo acompañar a los adolescentes en crisis
Entrada siguiente
La soledad en los adolescentes: cómo afecta y cómo tratarla