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La adolescencia y sus riesgos: ¿cómo acompañarlos en esta etapa?

La adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por una serie de cambios físicos y psíquicos progresivos que permiten la adaptación del joven al mundo adulto. Entre las transformaciones que se dan en el plano psicológico, se observa la tendencia a refugiarse en sí mismo y a distanciarse de los padres -quienes fueron las figuras de referencia en los primeros años de la vida. De igual manera, el grupo de pares cobra especial importancia, así como la necesidad de ser aceptado y reconocido por éste. 

Los adolescentes se encuentran en el proceso de construir su propia identidad, de abrirse camino en la vida y ser independientes. Buscan vivir nuevas experiencias y adquirir nuevos conocimientos, experimentar situaciones de acción, de aventura e intensidad emocional. Tienden, de esta manera, a realizar muchas veces conductas temerarias que los pueden involucrar en situaciones de riesgo.  La sensación de omnipotencia, presente en esta etapa, hace que se perciban como seres invencibles, sintiendo que las conductas que realizan no generarán consecuencias que puedan lamentar. 

   Entre los riesgos -que están mayormente asociados a la adolescencia- podemos mencionar: el consumo de alcohol o drogas, el bajo rendimiento escolar, la sobre exposición en las redes sociales, aproximaciones sexuales poco responsables y conductas violentas o antisociales. 

La presencia de una buena relación del adolescente con su grupo familiar, actúa como un factor protector que previene que el joven se vea envuelto en situaciones perjudiciales. Es fundamental el acompañamiento y la contención de los padres y demás adultos que le rodean, con el fin de que el adolescente se regule y evite impulsos que lo pongan en peligro. A continuación encontraremos una serie de recomendaciones que pueden ayudarnos a acompañar y prevenir conductas de riesgo. 

  • BRINDAR INFORMACIÓN Hablar abiertamente de los diferentes riesgos, a los que puede enfrentarse como adolescente, y sobre las consecuencias que pueden tener determinadas conductas a su edad. La comunicación debe ser fluida y sin “tabúes”: el adulto debe estar preparado para el debate de ideas, para escuchar los argumentos del adolescente y para responder a sus inquietudes. 
  • FORTALECER EL VÍNCULO AFECTIVO: Aunque en ocasiones los adolescentes pueden mostrarse distantes, debemos aproximarnos con afecto y respeto, haciéndoles ver que es un miembro importante dentro de la familia y que sus opiniones y sentimientos son escuchados por el resto. Comparta actividades de calidad con el joven, interésese por conocer a sus amigos, lo que le divierte y le hace sentir bien. 
  • MANTENER UNA COMUNICACIÓN EFECTIVA Es importante escucharles, conocer cuáles son las cosas que le preocupan, cuáles son sus metas y sueños. En las conversaciones, debemos mostrarles que nos importa lo que nos cuenta. La interacción debe estar libre de prejuicios y sermones, debemos orientarles desde la reflexión, ayudándole a pensar en las mejores alternativas para resolver las situaciones que debe enfrentar. 
  • ESTABLECER NORMAS Y SUPERVISAR: Si bien es importante que el joven viva nuevas experiencias y disfrute de su independencia y privacidad, deben haber también normas y límites que guíen al adolescente. Podemos establecer tres tipos de normas: Fundamentales -no negociables con el adolescente p.ej. llegar a casa todos los días-; Importantes -pueden negociarse p.ej. la hora de llegar cuando va a una fiesta-; y Accesorias –pueden ser más flexibles y cambiar-. Deben establecerse consecuencias de incumplirse los límites establecidos, éstas pueden ser acordadas previamente con el adolescente y no debe concebirse como opción el maltrato físico. 

La adolescencia es una etapa compleja, los padres y los propios adolescentes también pueden beneficiarse de una terapia psicológica, en la que reciban un acompañamiento profesional que les permita descubrir herramientas y fortalecer los lazos afectivos, para afrontar ese momento de la vida, lleno de retos y desafíos. 

 

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