Más a menudo de lo que podamos imaginar y sin saber el motivo, retornamos a situaciones que nos hacen mal: relaciones conflictivas, decisiones que luego nos cuestionamos, etc. Es algo que no cesa de empujar a lo mismo y que parece albergar cierto tono masoquista. Se suele tildar como falta de voluntad, estupidez, vagancia o con cualquier otro juicio posible. El asunto es que insistimos en lo que nos daña.
“Errar es de humanos” es un dicho común. Repetir, en cambio, es un concepto con antecedentes en la filosofía con elaboraciones como las de Platón, Nietzsche y Kierkegaard, a partir de las cuales el psicoanálisis freudiano y lacaniano pudieron teorizar en articulación con la práctica clínica.
Repetir lo que nos daña no es reencontrarse
Desde esta propuesta no hay una sola fuente de repetición. Es algo que los profesionales despejarían en el abordaje de quienes acuden a la consulta. Pero podemos adelantar que “Repetir no es reencontrar lo mismo” (Lacan, 1966, p.9).
¿Qué quiere decir esto? Que no se limita a la mera reproducción de una misma cosa. De hecho, el chiste o la gracia no está tanto en el contenido sino en el acto mismo de repetir o traer al presente algo que alguna vez existió. Por ejemplo, puedo hacerme dejar por una pareja, por un equipo deportivo o por mis abuelos. La cuestión es que “me hago dejar”. En esta dinámica hay implicada una satisfacción no necesariamente gratificante o reconfortante. De hecho, es una satisfacción que convive con un malestar.
Cuando los griegos afirmaban que todo conocimiento era una reminiscencia, querían decir con ello que toda la existencia, esto es, lo que ahora existe, había ya sido antes. En cambio, cuando se afirma que la vida es una repetición, se quiere significar con ello que la existencia, esto es, lo que ya ha existido, empieza a existir ahora de nuevo (Kierkegaard, 1843, p. 39)
En La repetición como acto está ligada a una historia personal con marcas tempranas y el arreglo que alguna vez armamos para responder a ellas. Tiene que ver con nuestro modo de estar en el mundo, aquel que aprendimos sin darnos cuenta.
¿Qué freno posible?
No hay uno estandarizado para todos. Lo primero es poder ubicar que algo se repite y no está siendo posible acceder a una vía distinta. Señal de ello sería sentir que se está “en lo mismo” ¡Otra vez! Sin poder evitarlo. Dijo Freud (1914) “El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace” (pp.151-152).
Cuando algo de este atrapamiento se registra, puede ser buen momento para consultar con un profesional, con quien se pueda poner a circular en palabras aquello que no ha sido nombrado. Muy probablemente no habrán respuestas de antemano, pero sí buenas preguntas que puedan abrir nuevos camino posibles a explorar y, en este proceso, conseguir alivio.
Referencias:
- Freud, S. (1991). Recordar, repetir y reelaborar (1914). En Obras Completas (Vol. XII, pp. 145-157). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Kierkegaard, S. (1843). La repetición. Buenos Aires: JCE, 2004.
- Lacan, J., (1966-1967), El Seminario, libro 14, La lógica del fantasma, Paidós, Buenos Aires, 2023, p. 9