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¿Qué son los celos y cómo manejarlos?

 

«¡Oh celo del favor verdugo eterno!,
Vuélvete al lugar triste donde estabas,
o al reino, si allá cabes, del espanto»
Luis de Góngora

Los celos son una emoción compleja y, en tal sentido, se asocia no sólo con el temor ante la amenaza de perder lo que se atesora, sino que conjuga otras emociones como la ira y la tristeza. Es una respuesta natural que cualquier persona puede manifestar cuando siente que un vínculo afectivo está en peligro por la presencia de otro -esta amenaza puede ser real o imaginaria- y puede aparecer en distintos contextos, como el familiar, laboral, siendo común también en las relaciones de parejas.

Las reacciones ante esta emoción pueden identificarse en tres dimensiones: cognitiva: la persona tiene pensamientos recurrentes e intrusivos con contenidos de traición, desconfianza e inseguridad; emocional: aparecen emociones como la tristeza y estados de gran movilización interna como la ansiedad o la desesperación ante una posible ruptura; conductual: pueden aparecer comportamientos agresivos, necesidad de control y de mantenerse cerca del ser amado.

Muchas personas pueden llegar a asociar que el amor siempre deviene en celos, como si no existiera la posibilidad de disociarlos, llegando a dar por cierto que toda relación buena debe ser fusional y/o caracterizada por el control que se pueda ejercer sobre el otro. Nada más lejos de la realidad: el amor sano entiende y respeta la individualidad de ambos miembros de la pareja y entiende que en la libertad se fortalece el vínculo.

Los episodios continuos de celos -dentro de una pareja- generan un profundo malestar en quien los padece y también en el otro miembro de la relación, en el que se desconfía y se pone en tela de juicio sus acciones. Si esta dinámica no es abordada a tiempo, si no se logra devolver el celo -en palabras de Góngora- al «lugar triste» del que proviene, puede generar graves problemas que afecten el vínculo sentimental, llevándolo a su destrucción –
paradójicamente el escenario más temido por quien siente los celos.

El correcto manejo o control de esta emoción es fundamental para evitar sus consecuencias perjudiciales e impedir que se patologice. Esto requiere de un trabajo interno, ya que los celos pueden tener su origen, por ejemplo, en patrones familiares disfuncionales, baja autoestima e inseguridad, en la dificultad de estar a solas o hasta en posibles experiencias previas de abandono o de rechazo que convienen trabajar para atender la verdadera raíz del problema. Muchas veces los celos son un síntoma de aspectos internos que necesitan ser pensados y transformados, más allá de las circunstancias que los detonan.

7 signos de alarma para saber que los celos están fuera de control

  1. Cuando esta emoción afecta a la persona cotidianamente y deriva en conductas invasivas, que afectan la individualidad y privacidad del otro  Por ejemplo: revisar el móvil y las RR.SS de la pareja, interrogarle sobre sus actividades, seguirle cuando va a otro lugar, prohibirle que comparta con ciertas personas o impedir que acuda a determinados lugares.
  2. Frecuente incredulidad frente a lo que afirma el otro: “estoy convencido/a que está con otra persona”, “me dijo que salió con sus amigos, pero seguro/a que está con alguien más”.
  3. Malestar constante cuando se está solo: “no sé qué hacer si no estoy con mi pareja, no me siento tranquilo/a”.
  4. Necesidad compulsiva de estar con el otro.
  5. Depresión
  6. Irritabilidad, tendencia al conflicto e impulsos violentos.
  7. Búsqueda constante de pruebas que confirmen la deslealtad de la pareja.

 

¿Qué podemos hacer para manejar los celos?

  • Escuchar con atención de qué nos habla realmente esa emoción y encontrar esos aspectos internos que deben ser trabajados.
  • Fomentar que las relaciones se fundamenten en la sinceridad y la confianza.
  • Expresar lo que esperamos del otro, estableciendo conjuntamente límites y espacios para solucionar posibles conflictos.
  • Comprender la importancia de que, en la pareja, existan espacios que permitan la reafirmación de la individualidad, entendiendo que el vínculo
    fusional no facilita el crecimiento de la relación.
  •  Iniciar un proceso psicoterapéutico si se identifican importantes dificultades para sobrellevar o reencauzar los signos de alarma.

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