Durante la adolescencia, el joven atraviesa por una crisis de identidad. Ya no es niño, el cuerpo con sus repentinos y múltiples cambios se lo ha ido avisando, físicamente se parece más a un adulto, pero aún no lo es del todo. Su pregunta es, ¿quién soy ahora? Hasta este momento era el niño de sus padres y estaba cómodo allí, protegido y tranquilo. Sin embargo, durante esta etapa, el sentimiento es sumamente ambivalente, se encuentra en el limbo entre la posibilidad de experimentar mayor autonomía y la seguridad que le provee el ser dependiente de sus padres, conviven en él, tanto el deseo de diferenciarse de ellos, para desarrollarse y poder construir una identidad adulta, como el miedo por todo lo que va a perder al hacerlo ¿Perder? Sí. Y es que aunque pueda sorprender, en el proceso de crecer el adolescente no solo gana, sino pierde cosas muy importantes que hasta ahora lo han definido.
En primer lugar, el adolescente pierde su cuerpo de niño, el cuerpo que sexualmente estaba adormecido, ahora ha despertado, y lo hace irrumpiendo en el cuerpo anterior haciendo sentir al adolescente dueño de un cuerpo desarmónico y descontrolado. A la par que observa y vive los cambios de su cuerpo, se tiene que despedir de su cuerpo anterior para comenzar a conocer e integrar este nuevo.
En segundo lugar, pierde el ser niño y todo lo que implicaba relacionarse con sus padres y con el mundo desde ese lugar, el niño dependiente, que decidía poco por su futuro y del que los padres se “hacían cargo”, empieza a ser exigido por su entorno a que tome decisiones. Llega el momento de elegir acerca de una cantidad de cosas fundamentales: ¿Qué voy a estudiar? ¿Me gustan la chicas o los chicos? ¿Qué amigos quiero tener?.
Una tercera cosa que pierde el adolescente es a los padres de la niñez , y es que ya no lo miran como un niño, porque no lo es, pero él tampoco ve a sus padres como figuras ideales, ahora también se pelea con ellos, entra en desacuerdo y es capaz de criticarlos.
Como vemos, el trabajo que tiene que hacer la chica o el chico adolescente para llegar a ser adulto es complejo, contradictorio y puede resultar doloroso, esta etapa implica transitar por un proceso de duelo por todo lo perdido, decir adiós al niño y a los padres de la niñez producen sentimientos de rabia y tristeza, pero también despierta el deseo y la alegría por conquistar un mundo propio.
Todo esto no solo es complejo para los chicos, también lo es para los padres, ellos también tienen que despedirse del niño, tienen que poder poner límites, pero distintos a los que venían estableciendo, más flexibles pero siempre con conciencia que el adolescente sigue necesitando un marco desde el cual poder experimentar y buscar con mayor libertad quién es ahora y qué quiere ser en el futuro. Sin duda esta etapa representa un reto para los padres. Toda la familia, de cierto modo tiene que encontrar nuevas formas de relacionarse.
Ahora bien, en este momento complejo es muy importante que los padres presten especial atención a este proceso. Si como padre ves que tu hijo adolescente ha sufrido cambios bruscos y exagerados en su estado de ánimo, presenta excesivo mal humor, agresividad desmedida, o sentimientos intensos de tristeza y baja autoestima, es posible que el proceso que implica afrontar todas estas pérdidas le esté siendo difícil y necesite ayuda de un especialista para transitar este camino.
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