Todos hemos atravesado alguna situación o experiencia de vida que ha agotado y superado nuestros recursos disponibles para enfrentarla, dejándonos en profundo malestar. Muchas veces, estas experiencias llegan a causar un dolor psíquico y emocional tan intenso e inmanejable, que optamos por depositarlo muy lejos de nuestra memoria y así no tener que lidiar con las intensas emociones que ellas generan. Nuestra manera de defendernos de lo que ellas ocasionaron, es desechando estas vivencias “al olvido”.
Cuando hablamos de trauma, lo podemos ver como una especie de herida en nuestra psique ocasionada por una vivencia única o conjunto de vivencias que causan dolor y sufrimiento en la vida de la persona. Así, podríamos pensar en situaciones de maltrato físico o emocional, estar expuesto a constantes carencias, ser abandonados a edades tempranas, sufrir la pérdida de un ser querido, experimentar una catástrofe natural, entre otras. El trauma o herida psíquica, genera ese dolor inmanejable para la persona, y por tanto tendemos a bloquearlo y reprimirlo de la consciencia. Al quedar bloqueadas y depositadas fuera de nuestra consciencia, afectan de manera continua la posibilidad de la
persona de vivir una vida plena, con significado y a mantenerse saludable.
Entre las manifestaciones del trauma encontramos:
- Problemas en las relaciones interpersonales, especialmente en el ámbito
de la confianza - Temor y sensación constante de abandono,
- Respuestas de hostilidad, rabia y agresión desproporcionada,
- Conductas de autodescuido e incluso autolesión
- Estados de ánimo alterados.
Ahora bien, ¿A qué nos referimos cuando hablamos de trastornos del ánimo o estados de ánimo alterados asociados a un evento traumático?
En el caso del trauma, se refieren a un conjunto de síntomas que experimenta la persona como resultado de la vivencia traumática y de la falta de consciencia de las heridas que ocasionó. Así, la depresión es un ejemplo de esos estados de ánimo alterados. Las personas con depresión describen una sensación de vacío, falta de energía, de motivación y una tristeza compleja y sostenida. Desde la mirada de la depresión, todo se ve oscuro, no hay fuerza que empuje al deseo de crear, de concretar, de conectarse. Resulta mucho más complejo que el sentimiento de tristeza. Es así como al existir circunstancias en la historia de vida del individuo que han generado cicatrices psíquicas importantes, se puede pasar de una tristeza a una depresión.
Sufrir experiencias traumáticas, experimentar una depresión o tener constantes dificultades en las relaciones interpersonales, son algunas de las razones que hacen necesario, e incluso indispensable, el proceso psicoterapéutico. En la psicoterapia invitamos al paciente a permitirse explorar aquellos elementos que están contribuyendo al actual malestar, indagar cómo se ha manejado hasta ahora la experiencia traumática, y los consecuentes síntomas. En el proceso terapéutico buscamos trabajar no sólo los síntomas actuales sino también aquellas experiencias difíciles y no resueltas que los ocasionaron. El psicoterapeuta brinda un espacio para identificar, nombrar y procesar emociones difíciles, y así comprender la relación de nuestras experiencias de vida en nuestro padecer actual. Finalmente, se facilita un espacio para plantear posibilidades de cambio y reflexionar sobre aquello que queremos mejorar.