La tristeza es una emoción básica que forma parte del repertorio emocional humano, sin embargo, su manifestación es amplia y puede ser diversa, aún más según la etapa vital en la que nos encontremos. En la infancia, es también una emoción natural y necesaria para el desarrollo psicoemocional sano, pero su expresión depende de la edad, el temperamento, la personalidad, el entorno, entre otros muchos factores.
A menudo, los adultos tenemos una idea más homogénea sobre cómo debe ser la la expresión de ciertas emociones, sin embargo, las infancias nos muestran que la tristeza no siempre es evidente o se manifiesta como la solemos pensar: llanto prolongado, tono de voz cabizbajo, palabras de dolor o desconsuelo general. Hay que escuchar las diferentes formas en las que un niño o niña nos cuenta que se siente o está triste.
Algunos signos menos evidentes a los que prestar atención:
- Irritabilidad y/o arrebatos de ira que le siguen a un episodio de malestar.
- Restricción o expresión emocional limitada: silenciamiento en las conversaciones o pérdida del interés por actividades que antes le gustaban.
- Juego repetitivo y disminución de la creatividad.
- Alteraciones en el sueño, apetito, nivel de energía o rutinas.
- Expresiones de desesperanza.
- Cambios en la forma en la que el/la niño/a describe y percibe el mundo que le rodea.
- Cambios en el comportamiento social: búsqueda excesiva de estímulos o de otros, o por el contrario, evitación o aislamiento.
- Alteraciones en la autopercepción, frases de descalificación o pérdida de confianza en sus habilidades.
- Somatización, quejas de cuerpo o manifestaciones físicas/dolores sin causa médica.
Algunas de estas señales pueden corresponder a diferentes aspectos de la emocionalidad del/la niño/a. Es importante que como adultos estemos atentos/as a las manifestaciones para así detectar a tiempo si los cambios o síntomas aumentan o persisten en el tiempo, pues podrían evolucionar hacia algún cuadro clínico que requiera atención.
Pensando algunas explicaciones de la tristeza en la infancia:
- Según el nivel de desarrollo, los/as niños/as pueden tener un lenguaje que no alcanza para explicar la enorme cantidad de sensaciones y vivencias internas que atraviesan, por lo que la expresión de la tristeza puede mostrarse con los recursos que tengan en ese momento, no siempre el llanto es la vía más directa.
- Algunos/as niños/as tienen formas distintas de afrontar las dificultades, por lo que pueden utilizar mecanismos que encubran la tristeza, por ejemplo, es muy común que la rabia y las explosiones de ira disfracen la tristeza; otros/as niños/as utilizan el aislamiento y la evitación para no tener que lidiar con ciertas situaciones; en otros casos el cuerpo habla frente a un malestar que resulta aún incomprendido.
- El miedo a preocupar a fi guras de referencia muchas veces influye en que el/la niño/a restrinja su expresión emocional u oculte el malestar.
- Algunos/as niños/as pueden inhibir, reprimir o desplazar al cuerpo la expresión de la tristeza si no sienten la seguridad emocional en el mundo de los adultos, por ejemplo, si son señalados cuando lloran, juzgados o invalidados en su sensibilidad o si no encuentran espacios disponibles en casa para la expresión emocional abierta.
- Las diferencias individuales nos hacen pensar en las múltiples formas y estilos de expresión del mundo emocional propio, por lo que algunos/as niños/as pueden resultar más exigentes e invalidar sus propias emociones, desestimando que algunas cosas les impactan o afectan.
La variedad de formas de expresión emocional cuenta una historia para cada niño/a y en cada momento. Sin embargo, si notas cambios que te preocupan, que persisten o que interfieren en la vida del/la niño/a, es importante buscar apoyo profesional. En SENS podemos acompañarte en el proceso.