el duelo en los niños

Duelo en la infancia: ¿Qué hacer cuando un niño ha perdido a un ser querido?

Duelo en las infancias

El duelo es un proceso psicológico tras una pérdida. Aunque en este artículo pensaremos sobre el duelo tras la muerte, existen diferentes tipos de pérdidas y será importante que las detectemos y le asignemos la importancia que merecen. Puede tratarse de una función del cuerpo, una mudanza, una separación, un cambio de roles, la desaparición de un animal, las condiciones de vida, entre muchas otras.

No subestimemos lo que implica una pérdida para un/a niño/a.

El duelo normal tiene carácter transitorio (aunque el tiempo no es fijo) y requiere una elaboración emocional y un tránsito, pero sus manifestaciones pueden dar señales que se confundan con patología. Dado que estas expresiones pueden ser muy diversas, requieren una mirada atenta y cautelosa para no confundirla con una alteración del desarrollo.

También influyen otros factores como experiencias previas, edad del/la niño/a, relación del/la niño/a con la persona fallecida, si ha tenido tiempo para prepararse, si existe un diagnóstico, si se han planificado los cambios, entre otras muchas cosas que impactarán en la forma de procesar lo ocurrido.

El duelo tras la muerte involucra malestar y sufrimiento, sí, y nos demanda tiempo para elaborar lo que se acaba de reconocer como perdido. Ayudar al/la niño/a a afrontar lo mejor posible la pérdida no quiere decir que anulemos su dolor, sobrellevarla implica ayudarle a sentir.

Si el duelo como proceso psíquico se atraviesa de forma natural, tanto el/la niño/a como la familia poco a poco podrán irse despidiendo, aunque, como vimos en la película de Disney “Coco”, siempre mantendrá algo en nosotros mientras le recordemos, aceptando que ya no está de la misma forma y que también nos ha transformado.

En palabras de Elisabeth Kübler-Ross y David Kessler “volverás a estar entero, pero nunca serás el mismo”. Este es un mensaje que puede ayudar al adulto a entender que todo proceso trae preguntas, requiere paciencia y acompañamiento a lo que ha cambiado.

¿A qué señales atender?

Las reacciones pueden ser muy diversas, será importante estar atentos a la tristeza, la rabia, los miedos, la vergüenza o si detectamos sentimientos de culpa.

Asimismo, observaremos los cambios: el/la niño/a puede estar más activo/a de lo habitual o por el contrario más inhibido/a, más callado/a o más hablador/a, de pronto empiezan dolores en el cuerpo, puede disminuir su rendimiento escolar, parece que ya no juega como antes, duerme peor o mucho más, ha dejado de contar sueños, parece que no se inventa tantas historias como antes o ha dejado de hacer tantas preguntas.

¿Cómo acompañarlos?

La forma de comprender la muerte e involucrar a los/las niños/as dependen tanto del momento evolutivo del/la niño/a como de las dinámicas y ritos familiares, por lo que siempre habrá que evaluar en cada caso lo que resulte mejor para cada familia.

Sabemos que hablar de la muerte con los/as hijos/as es difícil, pero es importante que desde pequeños se pueda ir introduciendo ésta como otra parte de la vida. Los adultos deben abrir espacios para atravesar el duelo, no cerrarlo, no taparlo.

 

Aquí 6 puntos a considerar:  

  • Nombrar y acompañar con la palabra. La comprensión de la muerte cambia a través de las diferentes etapas del desarrollo evolutivo, sin embargo, que los adultos puedan hablar de la muerte resulta fundamental, ayudarles a entender lo que significa, lo que ha sucedido y lo que ha cambiado, siempre contemplando el lenguaje y la edad del/la niño/a  (las circunstancias de la muerte tienen que ser tratadas con cuidado y no dar detalles de lo potencialmente dañino en caso de eventos traumáticos o violentos).

Por lo general, los/as niños/as mayores de 6 años empiezan a entender que la muerte es irreversible y a partir de los 7 años se acercan a alcanzar una noción más consolidada, aunque no haya una comprensión intelectual total de lo que significa hasta más adelante.

  • Los rituales pueden ser claves. Se puede sugerir la participación en los rituales clásicos de despedida, siempre que alguien acompañe al/la niño/a y le ayude a responder adecuadamente las preguntas que pueda hacer. Si la familia ha decidido que por la edad u otras circunstancias, el/la niño/a no participe en eventos familiares, hacer algún ritual simbólico de despedida en casa puede ayudar.
  • Uso de recursos alternativos. El uso de referencias que aborden la temática de la muerte nos puede ayudar a comprender cómo el/la niño/a está entendiendo lo sucedido: cuentos infantiles sobre duelo y muerte, juego simbólico, películas, historias.
  • Validar las emociones.  Los/as niños/as tienen derecho a sentir y a que les ayudemos a que se reconozca lo difícil tanto de la pérdida como de los cambios que esa muerte pudiera traer. Validar no es un ejercicio solo de palabra. Debemos darles espacio y tiempo para identificarlas y aceptarlas, con todas las emociones y sensaciones que pudieran surgir, incluida la ambivalencia.
  • Enseñar a lidiar con el dolor y la tristeza. Las infancias nos demandan siempre un lugar real y genuino. En lugar de taparla o bordearla, hay que abrir espacios para hablar de sus efectos (siempre adecuando el lenguaje al nivel de entendimiento del/la niño/a): ¿dónde alojamos nuestro dolor? ¿qué hacemos cuando estamos tristes? ¿cómo nos despedimos del abuelo? ¿cómo hablamos del miedo en casa?
  • Permitir que otros nos acompañen en el dolor. Enseñar a los/as niños/as a dejarse acompañar por otros en el dolor es un acto en vínculo, nos construimos siempre en relación con otros y vamos entendiendo el balance entre que cuidamos y nos dejamos cuidar. No todos necesitamos lo mismo cuando nos sentimos mal, por lo que hay que ayudarles a pensar sus necesidades propias: preguntar, atender a lo que le está sucediendo con cada uno, participar, enseñar a pedir ayuda (un abrazo, un gesto, una escucha, un momento a solas, etc.).

El duelo no requiere intervención profesional, sin embargo, si persiste el malestar y los síntomas se intensifican, pudiera ser oportuno valorar si se puede tratar de otro proceso o se requiere ayuda profesional.

 

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Viñas, F. y Domenech-Llaberia, E. (1999). ¿Qué piensan de la muerte los niños a la edad de 6 a 10 años?. Revista de psiquiatría infanto-juvenil, (4), 229-234.

Kübler Ross, E.A. y Kessler, D.A. (2016). Sobre el duelo y el dolor. Ed. Luciérnaga.

 

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