divorcio en la mujer

El matrimonio es una unión que se asocia, en un principio, con la emoción de pensar y planificar un proyecto de vida en conjunto, basándose generalmente en el amor y el compromiso; cuando se rompe el equilibrio dentro de una pareja, se genera una situación de crisis que -en algunos casos- deriva en la decisión de finalizar definitivamente la relación y divorciarse. La ruptura genera ineludiblemente un proceso de duelo para ambos miembros de la pareja, en el que se despliegan una serie de emociones difíciles de gestionar, por ejemplo: ansiedad, tristeza, culpa, ira, miedos, sensación de pérdida de control, baja autoestima -entre otras-. 

 Las mujeres, además de transitar por el duelo que implica la pérdida de la relación, pueden verse enfrentadas a una serie de retos adicionales, especialmente cuando han tenido hijos. Habitualmente -en el marco de una pareja heterosexual- las mujeres son quienes tienden a tener mayor participación en las actividades de cuidado y crianza de los hijos, teniendo que disminuir las horas que dedican, por ejemplo, a su crecimiento profesional o, en algunos casos, deben renunciar por completo a la actividad productiva. De esta manera, al enfrentarse a un proceso de divorcio, quedan expuestas a una situación de vulnerabilidad en las que pueden sentir miedo de iniciar un proyecto de vida independiente. Por otra parte, si la figura paterna no se ha involucrado adecuadamente en la crianza de los hijos, la madre tiende a manifestar episodios de angustia al pensar en que, tras un divorcio, la custodia será compartida y que, de ese modo, los niños puedan verse más afectados por el cambio en la dinámica familiar. 

En estas situaciones, previamente mencionadas, las mujeres pueden llegar a paralizar o postergar la decisión de divorciarse, por lo menos hasta que los hijos sean mayores. No es casual que las parejas sin hijos finalicen sus matrimonios en promedio unos cuatro años antes que los que si han tenido hijos (Romo, 2016). No obstante, este aplazamiento puede derivar en un detrimento en el bienestar personal e incluso generar mayor tensión dentro de la dinámica familiar. Es por esto que una vez que se piensa en el divorcio como el paso definitivo dentro de la pareja, es recomendable contar con un espacio de acompañamiento psicológico (para ambos miembros) en el que se pueda analizar con claridad la forma de afrontar el cambio de vida que representa la separación, así como trabajar en el proceso de duelo para dar paso a la construcción de un proyecto de vida individual. 

Algunas estrategias para afrontar el divorcio: 

  1. Contar con un espacio terapéutico en el que se aborden aspectos internos.
  2. Puede ser beneficioso realizar sesiones de terapia de pareja, con la intención de acordar aspectos vinculados a la crianza de los hijos y se unifiquen criterios para abordar con ellos este tema. 
  3. Es importante que previo a la separación definitiva, la mujer haya podido construir un proyecto laboral viable: la independencia económica surge como un factor protector. 
  4. Buscar redes de apoyo, tanto familiares como sociales.
  5. Mantener espacios de autocuidado.

Si bien el divorcio genera una crisis importante en lo individual y en la pareja, también da la oportunidad de construir un camino más cónsono con los deseos y, si se recibe un acompañamiento en su gestión, puede convertirse en una experiencia de crecimiento y transformación para la familia y, en el caso específico que nos ocupa, para las mujeres. 

Entrada anterior
¿Cuáles son los beneficios de hacer psicoterapia psicoanalítica?