centro de ayuda psicológica

Estar lejos de casa supone la distancia, el alejamiento de lo querido, la nostalgia por el terruño y también, por qué no, la ilusión de construir un nuevo espacio que con el tiempo podamos llamar: Hogar. Es un proceso que toma su tiempo, el apuro nunca resulta un buen consejero en los procesos de adaptación de los migrantes. Mucho menos cuando la decisión de “dejar nuestra tierra” está motivada por razones no necesariamente relacionadas con el construir un mejor espacio, sino que está asociado con escapar de un lugar que dejó de gustarte desde un tiempo que pasó a ser demasiado prolongado como para seguir tolerándolo.

De todos modos, la decisión de partir siempre precipita una serie de procesos emocionales que quizás nunca se hubiesen hecho evidentes en otras condiciones. También nos lleva a enfrentarnos con situaciones de vida complicadas y a las que tendremos que hacer frente solos, sin el apoyo familiar que teníamos en nuestro país de origen, sin la red de apoyo social (médicos, maestras, psicólogos, conocidos) a los que acudíamos confiadamente si surgía alguna dificultad. Allí nos encontramos con nuestras sombras y con nuestras luces puestas a prueba y, por supuesto, esto no solo nos mueve el piso, sino que muchas veces se nos cae el techo, se rompen las ventanas y todo lo que le daba estructura a nuestro mundo.

Tal como dije: Este proceso toma su tiempo pero no es eterno. Sin embargo resulta prudente tomar en cuenta algunas señales que nos indiquen que la situación se está tornando más abrumadora de lo que pensábamos y, por tanto, requiere el apoyo de una persona profesional que nos permita encontrar nuestras fortalezas y enfrentar las exigencias migratorias de manera exitosa.

A continuación enumero una serie de “alarmas” a las que debemos atender:

1. Te sientes triste la mayor parte del día y nada de lo que te solía interesar te resulta atractivo o te permite “salir” de la tristeza. Con esto me refiero a actividades cotidianas como: Comer, recrearse, dormir, tener sexo, solo por nombrar algunas.

2. Se te dificulta salir de tu casa y compartir con otras personas. Prefieres permanecer encerrado (a) el resto del día en tu casa sin interactuar con otros.

3. Has tenido conflictos permanentes con tus seres queridos, te encuentras irritable, de mal humor, sintiendo que muchas de tus relaciones se han convertido en focos constantes de discusión. Esto incluye a tu pareja, hijos, amigos, familiares y compañeros de trabajo.

4. Te sientes atrapado en un túnel, una especie de hoyo negro que dificulta ver posibilidades de futuros, opciones de solución alternativas a tu tristeza, frustración o rabia. Siente que “nada va a cambiar”

5. Has sentido la aparición de palpitaciones aceleradas de tu corazón que no obedecen a ninguna situación que la explique, comienzas a sudar profusamente y sientes que repentinamente tienes miedo de que algo muy “malo” o catastrófico ocurra.

Si estas experimentando algunas de estas “señales” es importante que les prestes atención y no las dejes pasar. Busca ayuda de un profesional de la salud mental (psicólogo clínico) quien te ayudará a encontrar una salida a ese mundo oscuro donde has comenzado a transitar. Migrar puede ser una experiencia maravillosa, llena de muchas oportunidades, pero en ocasiones perdemos el rumbo y necesitamos de alguien que nos ayude a encontrar el camino que buscamos.

Entrada anterior
Radiografía de un refugiado: las innumerables pérdidas
Entrada siguiente
Cuando la angustia se desborda: un ataque de pánico